Grupo Healy

Luchan contra un enemigo invisible: La muerte

Rescatistas también “se quiebran” y libran sus propias batallas

POR LEONOR HERNÁNDEZ lhernandez@elimparcial.com A Ixcoatl Villa Gastélum le ha tocado participar en rescates de todo tipo, y aunque invariablemente de todos aprende algo, algunos le han dejado huella.

“Cuerpos y personas muertas regadas por la orilla de la carretera: Los vivos gritaban y pedían ayuda, fue muy fuerte, porque era muchísima gente”, recordó el rescatista Ixcoalt Villa Gastélum del primer servicio fuerte al que le tocó asistir, cuando contaba sólo con 19 años.

“Ese accidente sucedió en la carretera a Guaymas, en el año 97”, contó, “fue el volcamiento de un autobús donde fallecieron 16 personas, en aquel entonces el Departamento contaba con ambulancias, y me tocó manejar hasta allá”.

Ixcoalt tenía ya dos años como rescatista, pero incluso con una vida de experiencia, considera que nada lo hubiera preparado para la escena que tuvo frente a él.

ESCALOFRIANTE

Los gritos de auxilio lo ensordecían, sin embargo, como pudo, recordó los protocolos y se enfocó en su trabajo, pero el llanto ahogado de un bebé inundó su cabeza, se volteó y vio a un niño de 3 años que lloraba, herido.

“Vi a un niño que estaba sentado, como de unos 3 años, y le pedí a un socorrista que fuera a atenderlo mientras yo atendía a otra persona”, relató, “escuchaba muchos gritos y llantos, decían que no encontraban a sus hijos, que los ayudaran, y entre todo ese ruido se perdió el quejido del niño.

“Cuando quiero ver lo del bebé, me levanto a buscarlo, y el pequeñito estaba muerto y tapado con una manta, me sorprendí mucho, porque yo lo vi sentado, pero busqué al paramédico que lo atendió para saber qué había pasado, y tampoco lo vi de nuevo”, recordó.

Aunque han pasado 25 años de ese suceso, lo tiene el recuerdo muy claro en su mente, ya que fue uno de sus primeros encuentros directos con la muerte, y la primera vez que se sintió vencido de forma por ella.

Como mecanismo de defensa cuando recibe un llamado para un servicio se va preparado mentalmente, consciente de cuál puede ser el peor escenario: Una persona sin vida, un herido muy grave o la pérdida total de un inmueble.

El imaginar el peor desenlace posible, por pesimista que sea, le ayuda a controlarse al ver un accidente, facilita su trabajo y le permite mantenerse lo más humanamente tranquilo, pues enfrenta un enemigo que no es humano.

SIN PODER EXPLICARLO

Y aunque por años esa táctica le ha funcionado, un rescate de este año lo “quebró” e hizo sentir tan vulnerable como a sus 19 años, en aquel camionazo de 1997.

“Desde esa vez del camionazo, en 25 años ya no había sentido nada tan fuerte, es un sentimiento de mucha tristeza, mucha impotencia, no sé como definirlo”, describió, “fue hasta hace unas semanas que me tocó volver a vivirlo”.

“Los primeros de agosto de

Llegué a mi casa como a las 5 de la tarde, me bañé y me acosté, estaba viendo un programa que se llama Chicago Fire, y pasaron una escena de un rescate exitoso. Como que me conmovió y fue donde ya exploté y me puse a llorar, a llorar y llorar, no podía parar”.

Ixcoatl Villa Gastélum Rescatista del Departamento de Bomberos y jefe del Grupo de Rescate Acuático

este año, yo ya había trabajado varios días por las lluvias, y un sábado en la noche por fin me fui a dormir a mi casa”, relató, “casi a media noche me habló un compañero y me dijo que había un carro arrastrado por un arroyo, para el lado de la Colorada.

Ixcoalt, al ser el jefe del grupo de Rescate Acuático, decidió acompañarlo al servicio, en un principio el reporte era de un carro atascado en el lodo.

Apenas terminaron de atender ese llamado cuando entró un reporte muy similar al número de emergencias, sólo que desde el Ejido El Realito, y pensó que se trataría de lo mismo.

“Le dije a mi compañero, ‘va a ser lo mismo’, y en el camino siempre pensé que iba a ser eso. Llegamos al lugar, me bajo y le pregunto a la señora que realizó el reporte dónde estaba el carro, pero no contestaba, nomás estaba seria.

“Le explico que soy del Departamento de Bomberos y le vuelvo a preguntar dónde está su carro y me responde que se lo llevó el arroyo, en eso le pregunto si estaba sola y me dice que no, que venía con su esposo y su hijo”, mencionó, “y que también se los había llevado el agua”.

Ixcoalt describió haber sentido como un baldazo de agua helada golpear su cuerpo cuando escuchó eso, y un nudo en la garganta hacerse más grande, casi impidiéndole hablar.

Como pudo controló sus emociones para preguntarle a la madre de familia lo que había ocurrido y así poder ayudarla.

“Me relató que venían en el carro cuando comenzó a llover, en eso pasaron un primer arroyo con dificultad, pero lograron salir; la mujer le decía a su esposo que se detuvieran, pero no le hizo caso.

Al llegar al segundo arroyo, vieron que el agua pasaba por encima del cofre, y quisieron volver en reversa, pero la unidad se apagó y dejó de responderles, empezaron a sentir que se movían, pero como estaba oscuro, no sabían qué pasaba realmente”.

En una especie de shock, la mujer le relató que tomó a su hijo en brazos, y le pidió a su esposo que salieran del automóvil, pero el hombre en el vehículo se despidió de ella, ya que era consciente de que no sabía nadar, y moriría.

Esas fueron las últimas palabras que cruzó con su esposo antes de verlo desaparecer en el agua, y perder a su hijo minutos después, al ser arrastrados por la corriente. No se alcanzó a despedir de ninguno.

“Me dijo que en ese momento quería dejarse arrastrar por el agua, e irse con su familia, morir, pero recordó que tenía otro hijo que aún dependía de ella, y eso le dió fuerza para detenerse de algo, siendo de esa manera que logró salir del agua”, recordó el bombero.

DIFÍCIL PROCESARLO

Después de eso, duraron más de 12 horas en encontrar los cuerpos del niño y su padre. Ixcoalt llegó a su casa con un enorme peso en su espalda.

“Llegué a mi casa como a las 5 de la tarde, me bañé y me acosté, estaba viendo un programa que se llama Chicago Fire, y pasaron una escena de un rescate exitoso. Como que me conmovió, y fue donde ya exploté y me puse a llorar, a llorar y llorar, no podía parar, y mi pareja se quedó conmigo, pero no podía hablar yo, estaba muy atacado”, recordó.

Y aunque no entendía qué había pasado, el apoyo sicológico que recibió, le ayudó a entender ese sentimiento, y también a procesarlo.

Como rescatista está convencido que todos los que se dedican a salvar vidas tienen que procurar el apoyo y terapia sicológica, para hacer más llevadero un trabajo tan pesado como el suyo.

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2022-10-05T07:00:00.0000000Z

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